Por: Ricardo Carvajal Medina
Un 14 de febrero, pero de 1530, es ejecutado en Conguripo, Michoacán, el último cazonci purépecha, Tagáxoan II de sobrenombre Tzintzincha (“Constructor de Fortalezas”), bautizado con el nombre cristiano de Don Francisco. Nacido entre 1490 o 1500, sucedió en el trono a su padre Zuangua (“Cuerno”) en 1520, tras su muerte por viruela, por lo que le tocó enfrentarse a la amenaza española que había llegado a las tierras del futuro México. Figura histórica controversial, pues las fuentes no permiten tener claridad bajo qué condiciones fue coronado y su aceptación de la sumisión a los conquistadores españoles.
La “conquista pacífica” del Tzintzuntzan Irechecua (“Reino del Lugar de Colibríes”) o Estado tarasco, le permitió el acceso a los europeos de abundantes riquezas naturales y fuerza de trabajo, pero también la existencia de instituciones de gobierno indígena que irremediablemente entrarían en contradicción.
Durante casi 7 años, existieron dos figuras de autoridad, la corona española y el cazonci; así al momento de que los encomenderos tenían problemas jurisdiccionales, se complicaba quien tenía que resolver el asunto, por lo que la figura de autoridad de Tzintzincha Tagaxoan II se volvió incomoda. A esto hay que agregar el nombramiento de Nuño Beltrán de Guzmán en 1528 como presidente de la Audiencia Real de Nueva España, cuyas intenciones eran las de quitar el poder que adquirió Cortés y sus conquistadores a lo largo de los años.
La oportunidad de deshacerse del cazonci se presentó en 1529, cuando Nuño de Guzmán inició la conquista de Jalisco, al pedir armamento, provisiones y hombres a la provincia de Michoacán. El cazonci fue acusado de haber mandado matar españoles; de preparar una emboscada contra ellos; de vestirse pieles de cristianos y hacer ceremonias; de ser sodomita etc., por lo que después del juicio fue ejecutado y sus restos incinerados, acabando con el linaje de los grandes señores Uacúsecha (“Águilas”) que dominaron el Michoacán prehispánico.
El destino que sufrió Tzintzincha lo padecieron varios señores indígenas durante los primeros años del domino hispano. Aún para 1710, los indígenas de Santo Tomás Ajusco, al sur de la Ciudad de México, recordaban los abusos cometidos por los españoles en busca de riquezas, que segaron la vida del cazonci y otros señores indígenas:
“Es conocido cómo atormentaban a los reverenciados señores, los que tienen a su cargo los pueblos, los que tienen el bastón de mando.
Es sabido cómo los atormentan porque les piden sus riquezas, porque no les dan todo el metal amarillo y también sus piedras preciosas. Es bien conocido cómo les arrebatan sus mujeres y también sus estimadas hijas doncellas. No están satisfechos sino cuando queman a los señores, como al muy grande y reverenciado Señor de Michoacán, el muy grande Caltzontzin. Y así lo hicieron también con otros señores que tenían a su cargo a los pueblos, los que mandaban allá en Xalapan, Tlaxcalan, Tehuantepec, Oaxaca y también con los señores de otros pueblos a donde se acercaron los envidiosos, hambrientos de oro, que se llaman cristianos […]” (“Testimonio de la fundación de Santo Tomás Ajusco”, 1710, en: León-Portilla, “2008. “Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista”, 2008 [1959], p. 243).
Original: https://cedpi.michoacan.gob.mx/aniversario-luctuoso-de-tangaxoan-tzintzincha-el-ultimo-cazonci-purepecha/