Por. Prisciliano Alvarez Reyes
Poeta Purhepecha
Ahora
puedo hablar de la utopía vivida al cobijo
de tu mirada.
¿Quién recuerda los besos de algodón de azúcar?
¿Ne Uandaxinia Tuani Anapu Ambe?
Mi gabán y tu reboso; T’u Uariti y yo Ach’ati…
¿Las calles esperando ser cómplices de las serenatas con guitarra?
¡Ka Uarikua Pauaxati Juchari Taatichani!
Si.
La luz muere lento y
atado a un aparato quirúrgico… y tus ojos se abren y cierran;
tu pestañeo retumba en mi memoria
como el aleteo de una oruga voladora.
Respiro de ti y
vuelves a suceder en el suave viento bajando
como si fuese el cálido abrazo de un reboso…
¡Ka K’uanindikucha Kaniku Maroxinia!
Y vuelo.
Mi alma se ha ido en el aroma exhalado
en la memoria de tu aliento;
estoy en los parajes de un lago que muere;
una mujer que llora;
causas perdidas.
Y los indigenistas se visten de manta y
dan la mano a sus representados y
vuelven a regatear la vida y esencia P’urhé… y
los bandidos con la bandera P’urhépecha vuelven a viajar a Praga
¡Ka Nuteru Jarastia Ambakiti Kaxumbekua!
Quisiera decir que recuerdo;
tu mirada enamorada caminando por calles empedradas;
paredes de barro y trojes viejos y necios…
¡Tú carácter envuelto en un cobijón negro!
Y como escondidos; dispersos de la modernidad: nuestra voz suena como eco en la grandeza de los pueblos asentados en la montaña;
¡Soy P’urhé!
Soy Pueblo.
Un lago, una Omikua.
¡Una Juata entre tu cuerpo!
Ven,
acércate a los rincones de los que no podemos olvidar;
hace frio…
Acércate y
compárteme del mapa galáctico que por
K’uanindiku llevas.
Es tu voz quien
viene a despertarme y sacude mis pies;
los señores regresan de la leña y
sus esposas hacen tortillas.
¡Aquí no hay términos u conceptos europeos!
Suspiro.
Y recuerdo que he estado dormido casi la mitad de mi vida y
retomo los remos de mi barca y
vuelvo al camino donde los cultos no son sino folclor y
al siguiente dia; olvido.
¡Pinches indigenistas con complejo de estadunidenses!
¡Ka Jaraskaturu Jucha Anaxuritini;
Uandakua Ka Eratsikua Nu Uekania Jurarkuni!
Bajan del cielo los sueños y la lluvia.
¡Dios no existe en estas tierras!
T’u,
y T’u grandeza tampoco existe como imagen o materia;
T’u existes como existe la vida y
como el aire y
como los suspiros que son Parakataticha volando a la nada;
T’u existes en mis brazos y
en la memoria mas primera de mi alma;
T’u existes como existe mi gente en las montañas;
existes como existe un lago e islas hablando
de la tristeza de la ausencia de garzas y
pescado blanco.
Existes como existe
la esencia de nuestro pueblo en nuestros corazones;
por qué tú eres pueblo y
te miro en la señora que vende rebosos y Nuriteni;
en el señor que regresa de arar la tierra;
en el niño que habla P’urhé;
en mis tíos Ka Juche Uauacha;
en el Xakua y el At’apuko;
en el Xanini guardado en el tapanco;
en la grandeza de mis Nandi K’eraticha.
En aquel T’ata Pri’
contando historias de lo que era, antes; la vida.
Yo te observo todas horas y
en las madrugadas recuerdo nuestros muertos y
los aromas de ti
llegan y arropan con la sutileza de los rebosos fabricados por las abuelas.
.
¡Ji Pirekuskia!
¡Ji K’umanchikueskia!
¡Yo soy canto!
¡Yo soy casa!
Hoy,
hablo de la hermosura de tener una identidad.
Y el aroma del Nuriteni llega hasta mi y
desde este pueblo asentado en una Juata K’eri;
hablo con certezas de lo incierto;
suspirando a la esencia de mi pueblo que voy,
día a día, redescubriendo.